A quien me prefiere vestida.
Con tu mirada penetrando mi cuerpo. Segura de que mi temperatura no puede seguir aumentando. La sensación de asfixia proveniente de mi ropa, que no era en ese momento más que un obstáculo entre mi necesidad y mi satisfacción.
Y de la misma manera que desnudé mi vida para ti, di inicio al acto de desvestirme, lento, a veces rápido. Intentando seducir, conquistar, y siempre con la finalidad de que acabaras en mí, con tus manos y tu lengua, con tu aroma y tus caricias, con tus respiros, tus suspiros (hasta con el famoso soplido del vientre), con todo y con mi nada, con mi desespero y tu retraso.
Sin la parafernalia del te quiero, las historias "futuristas", las promesas vacías, los halagos en tono sobreactuado. Prefiriendo conquistar mi territorio con cada gesto, con cada toque, con cada mirada, cada roce, sugiriéndome paciencia, y desarmando mi control.
Nuevamente mi cuerpo que se ofrece descaradamente y tus labios juguetean con mis ganas. Tus ojos se detienen a disfrutar de mi más íntima desnudez, provoco a tu lengua, que se atreve a saborear. Mis caderas inician un rito, al que se unen las tuyas. Acaricias mis labios, los dejas muertos de celos, al abandonarlos por mis pechos.
Saboreas, lames, muerdes, te diviertes, me diviertes, susurras, apenas puedo oírte, te respondo con monosílabos con pinta de gemidos, te abrazo, deseo hacerlo. Lo hago y te acaricio, adopto tu juego, te lamo, te beso y me retiro. Te ofrezco un mejor ángulo de mí, te regalo el puzzle completo de mis deseos, y te demuestro el efecto de tu contacto, de tu mirada, de mis instintos.
Me pruebo, te pruebo, te beso, me giro y continúo acaricándote, mientras moldeas mi cuerpo, desde una nueva perspectiva. Te siento, me sientes me hablas, no escucho, sonrío, preguntas, no respondo. Te reto me alejo, me pierdes, me buscas, me encuentras. Me toco, me miras, te acercas. Aspiras mi olor, coqueteo con tus ganas. Tus dedos me queman, tu aliento me envuelve, mis manos me cubren, las tuyas lo evitan, mi espalda se arquea, mis ojos exigen.
Seduces mis piernas, señalas el camino con besos tibios, húmedos, y mi piel se hace fuego, deseo que no pares, anhelo que acabes mi agonía, te pido que sigas así, contigo, en mí. Terminando otra vez, lo que no he sido capaz de relatar.
(24 Agosto 2006)
Espejo
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